Y aquella chiquilla creció sola, aun estando rodeada de su familia. Y se hizo sola a sí misma, y pareciendo dura y autosuficiente era lo contrario : sensible, perdida e indecisa. Se le estaba terminando su autoestima, o se la estaban anulando ,su yo parecía cambiante, sus ideales hacía tiempo que habían muerto, y estaba más vacía que nunca.
¿Sería todo producto de la edad que juega malas pasadas o había algo más?
Y pensó que a ella le ocurría lo mismo, había tenido mala suerte porque a la postre se había alejado de su entorno y se sentía vacía y sola. ¿A quién podía revelar todo lo que le estaba aconteciendo?. Llegó a la conclusión que, excepto al papel, a nadie podía abrir su corazón. Nadie iba a entenderla y nadie que no sintiera ese mismo vacío a su alrededor la comprendería sin malinterpretarla. Porque en el fondo era presentir una existencia hueca, sin amor, sin sueños, sin ideales. Nada ni nadie había que la levantara, y lo que era peor, nada ni nadie que la sacara de aquella sima donde poco a poco había ido deslizándose.
Y ahora ¿hacia dónde ir, qué hacer?
Las mujeres a cierta edad tienen que volver a enfrentarse a su nido vacío, tenemos que reinventarnos en nuestras relaciones, sí, sí, que bien resultaba esa teoría, y qué difícil llevarla a la práctica. Sobre todo cuando todo parecía un tremendo fracaso. A un hijo no puedes hacerle partícipe de tus desilusiones y de tu ruindad, y tú lo has hecho. Tú has perdido ese antifaz que tienen los padres de héroes para con sus hijos. Tú te volviste carnal y descargaste tu mochila en un momento para que no se hiciera tan pesada, pero te equivocaste de persona, de oyente. Y ya no hay vuelta atrás. Tiraste tu futuro por un sueño que se cumplió a medias, o no se cumplió en absoluto, y ya no puedes desdecirte. Ya no te puedes bajar de ese tren que está a punto de descarrilar o de llegar a ninguna parte. (Continuará)
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