AMISTAD

Su hogar no era perfecto. Tal vez era como los otros, aunque parecía diferente. Por eso a veces, su amiga le pedía ayuda con su hijo quinceañero. Alvaro parecía una persona difícil de entender : no estudiaba, no colaboraba en casa, a veces desaparecía durante algún fin de semana, y sobre todo era un mal ejemplo para su hermano menor. Cuando alguien, bien padres, abuelos o amigos intentaban hablar con él, su lenguaje era soez, gritando y faltando al respeto a todo el mundo. Su madre realmente estaba desesperada, ya no sabía como actuar con él y después de acudir a diferentes expertos, profesores, psicólogos, tutores, una tarde tomando café con sus amigas se desmoronó. Ya no tenía fuerzas para seguir adelante.
En aquel momento como sucede mucho en otro tipo de tertulias todas las amigas intentaron dar solución al problema. Cada una de ellas aportaba su solución, porque todas tenían soluciones, claro. Sólo una de ellas permanecía muda, sin hablar, simplemente escuchaba. Siempre había pensado que cada persona es especial, cada uno tiene siempre sus circunstancias y sus motivos y nadie tenía la varita mágica, ni la verdad absoluta. Por tanto su actitud parecía criticable a las demás en aquellos momentos.
Ella no quería implicarse o eso parecía. Y aquello fue motivo de muchas críticas en muchas tardes de café y tertulia.
Las cosas siguieron igual durante un tiempo. Los padres de Alvaro habían puesto en práctica diferentes estrategias y ninguna parecía funcionar. Y finalmente habían optado por dejar hacer al chiquillo y recomponer en lo posible la vida familiar.
Los años fueron pasando y cada familia amiga se había ido olvidando del problema de Sara. Sus hijos aproximadamente de la misma edad que Alvaro habían ido evolucionando y posicionándose en el mundo y las conversaciones cuando estaban las amigas juntas habían ido cambiando. De lo que no se hablaba, no existía y Álvaro había ido deslizándose al olvido. Ya no estaba presente en sus tertulias.
Diez años más tarde Sara supo por boca de su propio hijo quién le había abierto sus puertas, y quién había estado siempre ahí, escuchándole, en todos aquellos momentos pasados y durante los cuales había sido padre.